sábado, 20 de octubre de 2012

¡Ay, si Luis vivera aquí!

Cuando Bridget Wooding, una escritora británica doctorada en Literatura en la universidad de Oxford, me regaló la novela de Domingo Marte, Madre de las aguas, lo hizo pensando  en hacer un aporte  a mi formación profesional.
Madre de las aguas es una novela rural, paisajista, costumbrista, naturalista, con un enfoque similar al Naturalismo francés de finales del siglo XIX de Emile Zola, que describe  la vida cotidiana del campesino dominicano. Tiene dos personajes centrales, uno de carne y hueso, Luis Rey de la Cordillera García Fernández, y la Cordillera Central de República Dominicana. Luis es el otro nombre del autor de la obra porque al leer la hoja de vida de ambos es idéntica, lo que hace de Madre de las aguas una novela autobiográfica. Narra las luchas y los esfuerzos de los ecologistas campesinos para evitar  el asentamiento de familias, la llegada de cazadores, los quemadores de leña y carbón, los depredadores, el fuego, la erosión de los suelos, la fuga y muerte de varias especies silvestres que allí habitan y el agotamiento y la contaminación de las fuentes de agua. Esta noble aspiración  de los defensores de la naturaleza los hizo coincidir con otros intereses y oponerse a la construcción  de la carretera Cibao-Sur, anunciada el día 10 de enero de 1979 por el entonces presidente, don Antonio Guzmán Fernández, a un costo que rondaba los 50 millones de dólares, obra que todavía espera la Región Sur.
La participación activa de Luis  en la defensa de la Cordillera Central no ha evitado que dominicanos y haitianos tumben árboles y quemen  grandes extensiones de bosques para utilizar esos predios en actividades agrícolas y para comercializar la madera de los árboles quemados. Con sorpresa y dolor se observa que los desmontes y las quemas no se limitan a las faldas de las lomas, sino que pasan por el ombligo, llegan hasta la cabeza y les arrancan todo el cabello y las pestañas hasta que los ojos no puedan parir una lágrima. Está tan herida que a veces uno no sabe si es agua o es sangre lo que corre por los ríos Artibonito, Libón, Tocino o Joca. Pero por ellos, al menos, corre agua ensangrentada por el barro de las entrañas de la tierra, herida por la mano criminal del hombre. Ríos, arroyos, cañadas, manantiales y norias de aquí no han tenido la misma suerte, ni mucho menos el privilegio de que en sus alrededores haya nacido un defensor de ellos. Por eso ya no están con nosotros, para deleitarnos que con el canto alegre de sus aguas, una gran cantidad de afluentes del río Macasías y otras que no se han ido todavía, están en estado agónico por lo escasa y la contaminación de sus aguas. ¿A dónde se habrá ido mi charco de El Candelón en la cañada de Marino en Hato Viejo? Ya no puedo contar los peces multicolores nadando. ¿Por qué se han muerto tantas especies en los ríos Jengibre, Comendador, El Carrizal? Su característica de agua inolora e incolora se ha perdido porque sus entrañas han sido preñadas por millones de microorganismos desechados por la actividad humana. Sus aguas cristalinas  han sido reemplazadas por el dolor y el sufrimiento de las familias  que se ven compelidas a utilizarlas. ¡Que alguien me diga como se ve el fondo de la vasija en donde almacena el agua de la casa! ¿Por qué duerme el ruidoso río de La Patilla? ¿A quién despierta ahora con sus crecidas y ruidos nocturnos?
Como dice el colombiano Mario Tulio Aguilera Garramuño en su cuento " El suave olor de la sangre": "  Y miren ustedes, dolientes  habitantes  de esta ciudad, a qué punto hemos llegado: el verdor se ha cubierto de pavimento, el aire antes transparente  que hacía de la vida una eterna embriaguez, ahora está lleno de gases y transforma la existencia en una náusea constante, los ríos ya no transportan el licor sagrado, sino física mierda excrementicia".
¡ Ay, si Luis viviera aquí, contagiado por el amor a la naturaleza inmensa, que se le ofrece como una visión infinita  y como un espejo de su propia alma y que adora en ella la libertad, los bosques, las ruinas melancólicas, el agua que brota de sus entrañas, la noche de luna, llena de misterios y de cantos hermosos al amanecer; luchara  y ofreciera hasta la vida misma por el hábitat  que lo vio nacer para verla libre de la explotación y la contaminación de que es objeto hoy día!. 
Para decirlo como el, transcribo aquí un fragmento de esta maravillosa defensa de la naturaleza: " En una visión apocalíptica describieron en los periódicos en asentamiento de familias a ambos lados de la vía ya construida; la llegada de cazadores y recogedores de leña que  aumentarían las posibilidades de fuego;el incremento de la actividad agrícola que eliminaría los arboles; la erosión de los suelos, que perderían su capacidad para retener la vegetación y los cultivos;tierra deforestada y abandonada, y al fina, las fuentes de agua contaminadas afectando a cibaeños y capitaleños".
Ese es el efecto directo a las fuentes de agua, pero este enfrentamiento entere el hombre y la naturaleza puede revertirse en frustración del que se cruza en su camino en busca del sustento. Bosch nos lo cuenta de manera magistral en su cuento " El río y su enemigo": Balbino Coronado vio perder de golpe y porrazo en una sola crecida del río Yuna el único predio de que disponía para producir el alimento de su familia, hecho que lo trastornó  hasta morir ahogado tratando de matarlo a machetazos durante una crecida. 

domingo, 7 de octubre de 2012

Elías Piña, escritos y escritores

Escribir es una actividad intelectual exigente que es inducida por  la escuela y se aprende desde el primer día de clases hasta el último minuto de existencia.
A una pregunta de Plinio Apuleyo Mendoza hecha a García Márquez sobre alguna enseñanza útil para su vida de escritor, este le respondió:” Una que le escuché a Juan Bosch en Caracas…Dijo que el oficio de escritor, sus técnicas, sus recursos estructurales y hasta su minucioso y oculta carpintería hay que aprenderlas en la juventud. Los escritores somos como los loros, que no aprenden a hablar después de viejos”.
Si la escuela es la industria de los escritores, en una provincia en la que los indicadores negativos son casi el doble de la media nacional, ha de suponerse que los profesionales del lápiz y el papel, conforme a la escuela saramaniega, son escasos porque la educación es deficiente por una serie  de factores como son las pocas horas de clases que se imparten, maestros mal pagados y mal formados…Sin embargo, esta patria chica ha parido o adoptado plumas de mucha valía por los títulos publicados y la vinculación de esas obras con el desarrollo provincial.
Adriano Sánchez Roa es el más prolífero exponente de las letras en esta provincia, con más de doce obras escritas, las que abarcan diversos géneros. Los Desamparados de la Tierra (ensayo), Cuando el amor nace primavera (poesía), Otros cuentos escritos en el mismo exilio (se referirá al exilio que dio como título a una obra de Bosch), Los amores inmortales (novela).
Hacer un juicio de valor sobre la obra  de un escritor en plena producción literaria es arriesgado, sin embargo, me atrevo a decir que Adriano se gradúa como escritor con la publicación en 2003 de la novela Contigo voy a la gloria, escrita con un lenguaje sencillo y con párrafos cortos y de fácil lectura. Si a esta novela de le extrae el contenido romántico, expresado en los AMORES de Amadeo y Eloísa, lo que queda es un hermoso himno a la provincia, con sus costumbres, sus ciudades, sus recursos naturales, su gente, sus rasgos distintivos de hombres y mujeres buenas y laboriosas, hospitalarias, creyentes y acogedoras, salpicadas de alguna superstición tercermundista. Hondo Valle, Guayabo, El Pino, Santa Teresa (Comendador, interpreto yo), El Carrizal, son algunos de los nombres de localidades que se pueden encontrar en las páginas de Contigo voy a la gloria   (pág. 15,17, 19, 20…).
Haroldo Dilla Alfonso es un ciudadano que la patria de José Martí nos ha regalado. Ha escrito una gran cantidad de ensayos basados en estudios e investigaciones en toda América Latina. Lo incluyo en este breve escrito como un escritor “adoptado” por sus más de cinco publicaciones sobre la frontera dominico-haitiana, de la que esta provincia es el centro. Sobresalen los ensayos Aproximaciones críticas a los complejos urbanos transfronterizos, Frontera en Transición , La migración transfronteriza urbana en la República Dominicana y La apertura comercial transfronteriza: oportunidades y obstáculos para el desarrollo local en la provincia Elías Piña.  Esas obras son valiosos aportes para el conocimiento de la compleja y conflictiva realidad de la frontera y las condiciones materiales en que viven los habitantes de esta parte de la patria de Duarte. Ofrecen datos socioeconómicos y demográficos actualizados. Ayudan al conocimiento de las particularidades culturales, poco estudiadas, de aquí. En el último párrafo de la página 282 de Frontera en Transición se lee: “El Gaga de Elías Piña, el cual encierra la propuesta más sui generis y diferenciadora que encontramos sobre esta manifestación en la frontera y en el resto del país. Su concepto es en base a la teatralización y la gestualidad”.
El mayor aporte que estos títulos le ofrecen a la provincia y al país son los ensayos referentes a la migración y a las relaciones comerciales binacionales, con la identificación de actores, flujos, volúmenes, problemática y brechas para el desarrollo de la frontera. Dilla es el ciudadano que más publicaciones ha hecho sobre la realidad de la frontera dominico-haitiana.
Rafael E. Caamaño Castillo es un ensayista nacido y radicado toda su vida en esta provincia. Es el embajador de las letras de aquí. Aunque tiene varias publicaciones es conocido por su ensayo histórico Comendador, apuntes para su historia. A él acuden nóveles y los más acuciosos investigadores en busca de informaciones históricas y genealógicas de Elías Piña.
Cuando Mario Vargas Llosa escribió su interesante ensayo sobre la frontera dominicana lo hizo sobre la base de su visita a La Mansión de Trujillo, hoy liceo técnico Santa Teresa de Jesús, y a Bánica, acompañado de su entrañable amigo, José Israel Cuello, en busca de informaciones  para escribir  La Fiesta del Chivo, publicada en el 2000. O “El Canto Triste a la Patria Bien Amada” de Héctor Incháustegui Cabral, uno de los máximos representantes del movimiento literario Los Independientes del 40, que describe el campo agreste, el sur dominicano, con el polvo, la miseria y el dolor del agricultor porque no puede hacer a la tierra parir. El siguiente fragmento ilustra el comentario anterior.
“…Una mujer que va arrastrando su fecundidad tremenda,
Un hombre que exprime paciente su inutilidad,
Los asnos y los mulos,
Miserable coloquio del hueso y pellejo;
Las aves de corral son pluma y canto apenas,
El sembrado sombra,
Lo demás es ruina…”
Termino aquí la lista no porque no haya más escritores sino porque he tenido que romper más de cincuenta hojas de papel para escribir tres páginas.