domingo, 16 de junio de 2013

Los Consejos de Dos Gigantes y un Enano




Me ha causado sorpresa el hecho de que algunas personas  me consulten sobre sus proyectos literarios, e incluso escritores consumados, con más de una docena de títulos publicados, algunos de ellos de mucha calidad literaria, al estilo de los grandes escritores. Contigo voy a la gloria, por ejemplo.

Sin darse cuenta, los que me abordan  sobre temas literarios me obligan  a estudiar a los grandes escritores  para poderles dar una opinión más o menos adecuada a su necesidad, que les aporte algo a su proyecto. Me llena de satisfacción el hecho de que el arte de escribir no es una tarea fácil y no lo dominan ni siquiera los que lo dominan. Así que aquí les cuento algunas de las  opiniones  y experiencias de Gabriel García Márquez  y Juan Bosch en su quehacer literario, como una forma de hace algún aporte  a los que me leen y que aspiran a convertirse en “artistas de la palabra”.

García Márquez y Juan Bosch tienen en común que ambos leyeron o se guiaron de Faulkner, Kafka, Maupassant, Chejov, Hemingway, Quiroga, Alan Poe y Carpentier para comprender la técnica y el arte de escribir.

Escribir, ¿es una casualidad, un oficio que se aprende o ambas cosas a la vez?
García Márquez lo expresa así: “Empecé a escribir por casualidad, quizá solo para demostrarle a un amigo que mi generación era capaz de producir escritores”. “…fue Kafka que, en alemán, contaba las cosas de la misma manera que mi abuela. Cuando yo leí a los diecisiete años La Metamorfosis, descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: “Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Así es, escribir me interesa.”

Juan Bosch nos  cuenta su experiencia como escritor principiante de esta manera: “… yo me senté a la maquinilla a escribirle una carta a un amigo al que quería entrañablemente, y lo que escribí fue el cuento La Mujer, que salió de un tirón. Yo no había planeado ese cuento.” “… toda la miseria, toda la pobreza no solamente del paisaje de la Línea sino de los seres humanos…todo eso estaba acumulado en mi cerebro y en mis sentimientos, y salió de golpe en ese cuento.”

Es obvio que para escribir, las lecturas previas, la sensibilidad y la realidad circundante funcionan como la fuerza motriz del futuro escritor.

¿Cuánto tarda escribir? García Márquez recibió dos consejos valiosos sobre el tiempo. De Bosch escuchó esta expresión: “… el oficio de escritor, sus técnicas, sus recursos estructurales…hay que aprenderlos en la juventud". “ Los escritores somos como los loros que no aprendemos a hablar después de viejos. De Ernest Hemingway aprendió que “no se debía escribir sobre un tema ni demasiado pronto ni demasiado tarde".

El mejor de los consejos sobre el tiempo para escribir lo da el mismo García Márquez: “… nunca me ha interesado una idea que no resista muchos años de abandono. Si es tan buena como para resistir los quince años que esperó Cien años de soledad, los diecisiete de El otoño del patriarca, los treinta de Crónica de una muerte anunciada, no me queda más remedio que escribirla”.

No hay que apresurarse para escribir. La consistencia del tema se impone y la calidad de lo escrito es una condición indispensable para el éxito. La rapidez y la calidad andan caminos diferentes. Hay que romper muchas hojas antes de publicar una página, porque al fin al cabo hay que respetar el oficio. Bosch dice, al respecto: “dos cosas han guiado mi vida de escritor y de político: servirle a mi pueblo y hacer bien lo que estoy haciendo”.

¿Cómo elegir el tema? García Márquez dice: “El coronel no tiene quien le escriba… son libros inspirados en la realidad de Colombia”. La soledad es un tema recurrente en los libros de García Márquez porque según él “es un problema de todo el mundo”. Bosch, en respuesta a una carta de Hilma Contreras solicitándole su opinión sobre un manuscrito suyo, le escribió más o menos esto: no sé quién eres, pero escribe de lo que quieras, menos sobre el amor porque cada uno lo vive a su manera… Ahí donde vives hay ancianos, niños, personas humildes, acude a ellos que son fuentes inagotables para tus cuentos.  Los temas  de la cuentística de Bosch él los revela de esta manera: “…el recuerdo de la miseria, la sumisión a una naturaleza inhóspita, dura, agria, y ese tipo de relaciones entre el hombre y la mujer… surgieron de pronto organizados en un cuento”.

¿Y los personajes, cómo elegirlos? Todo el que escribe tiene uno o varios nombres de personas que son verdaderos personajes a quiénes les da vida y eternidad por sus peculiaridades. Lo que cuesta es hacerlos comportarse como el que escribe quiere que actúen, qué comportamiento es el adecuado para este o aquel tema, a quién representa, a quién esconde, a quién imita, cuánto tiempo vive. Algunos personajes son más dominantes que su creador, como Remedios, la bella, de Cien años de soledad, que por más que quiso matarla el autor no pudo y tuvo que enviarla viva al cielo envuelta en una sábana blanca. Debo admitir que a mí se me ha impuesto uno: Fonchito, el impresionante niño de Los cuadernos de don Rigoberto de Vargas Llosa.

Bosch nos dice sobre la selección de los tipos que actúan en sus obras: “Ese campesino explotado, ignorado, sufrido, trabajador, serio, valiente, inteligente, ese era el personaje de mis cuentos”.

En resumen, se puede decir que escribir es un placer. En esa tarea el tiempo y el tema están determinados por las vivencias y la realidad del que escribe  y para hacerlo, el artista de la palabra, solo necesita la vocación, la formación, la decisión y los medios; este último es el de menos significación porque para escribir el único medio indispensable es el lápiz y el papel. Nunca he olvidado lo que me dijo el escritor más prolífero de esta provincia, Adriano Sánchez Roa: “Para escribir no tengo hora, si acostado en la madrugada me sale una idea, me levanto y la escribo porque si no lo hago puedo perder la inspiración que da el momento y olvidar lo que pensé”. Después de ese día jamás he olvidado una idea, y debo admitir que son escasas, porque tan pronto la tengo la escribo. De hecho algunas veces solo he escrito el tema y luego cuando me encuentro con  el manuscrito ni idea tengo de eso. Si lo piensa, escríbalo y guárdelo, no importa, no tardará 30 años en encontrarlo y entenderlo, porque si para algo no debe haber prisa es para tener un hijo y escribir un libro.





viernes, 7 de junio de 2013

Una Esperanza


El tema de la cobertura y la baja calidad de la educación dominicana es recurrente en los medios de opinión diaria. Con frecuencia se habla de la baja inversión del Estado, la carencia de medios, la no actualización y estandarización del currículo, las deficiencias académicas de los docentes, la brecha digital, el bajo perfil del producto, las escasas potencialidades y discapacidad intelectual de los docentes, y se dice que el quehacer educativo  en los últimos tiempos ha sido reservado para adultos cansados o rechazados de otras aéreas profesionales. Sin embargo, ayer,  en la Peña, entre cantos, piedras y precipicios, tuve una esperanza. Escuché  a un joven profesional decir:” Yo los acompaño a vacunar porque esa es mi responsabilidad, aquí todos me respetan porque vivo con ellos y los acompaño en su actividad”. Continúa  diciendo:”Lo que me paga educación no es una excusa para que yo no haga mi trabajo.”

Ese joven viene de una experiencia única: ser maestro en Francisco José, un paraíso de la naturaleza, al que solo se puede llegar por el medio de transporte más antiguo que conoce el hombre y en el que habitan seres humanos vírgenes a la magia de la luz, el cine, los autos, los helados, el lápiz y la hoja rayada y viven ajenos a la sabiduría de Hipócrates. A ellos acuden unos pocos, algunos para santiguarlos en nombre de Jesús y otros para engañarlos con promesas  de “completar la obra de Dios si les dan una oportunidad en las urnas”.

La actitud de Luis constituye para mí una esperanza por su sentido de responsabilidad social  con una población excluida de todo, menos de la belleza de la naturaleza. No obstante ser una especie en extinción, los profesionales con actitud de entrega y cooperación hacen que la situación deprimente de las comunidades apartadas sea vista con optimismo por los actores sociales que intervienen en ese territorio.
En la Cordillera Central debe producirse un equilibrio y una convivencia armónica entre la vida humana y los recursos naturales, pero ello no es posible si no se mejoran las condiciones materiales  en que transcurre la vida  de los  habitantes de las más de 900 familias que  viven en unas  30 comunidades  en el interior de la que es la “madre de las aguas” de la Isla.

La cobertura de salud, educación y los programas sociales debe ser garantizada. Sería ideal constituir una UNAP móvil o itinerante, con los recursos, equipos y medios de transporte adecuados  para ofrecer a esas poblaciones los servicios básicos de salud establecidos por ley. En ese sentido sería interesante hacer un acuerdo con la Iglesia Católica que es la institución  que más ha invertido  en el desarrollo de esas comunidades, en el que se establezca  que dentro de las religiosas que envían las congregaciones, algunas sean enfermeras para que, junto a los promotores comunitarios, funcionen  como extensionistas de los programas de salud, debido a que son las religiosas las únicas personas que visitan con regularidad a esas familias. Otra alternativa sería  darles formación técnica en salud a los profesores de las 20 escuelas enclavadas en la Cordillera Central para que estos sirvan de apoyo a las actividades del MSP en sus respectivas comunidades. Esto se podría hacer con acuerdos locales o  institucionales desde los ministerios.


Así hay una esperanza de que los seres humanos  que habitan la Cordillera Central tengan vida y la tengan en convivencia armónica con Dios y con los recursos naturales y ojalá que vuelvan las faldas verdes  que cubren las montañas y los cerros pintados de arco iris  y que el sudor de las cañadas vuelva a correr cristalino, abundante y puro para que llegue a las ciudades y les dé vida.