miércoles, 11 de marzo de 2015

Aves de rapiña

Mi último libro de leído " Manual de Literatura para caníbales" del español Rafael Reig, que junto a Belen Gopegui, Javier Marías, el fallecido Miguel Delibes, Arturo Pérez Reverte, constituyen la élite de la Literatura Española en la actualidad.

En él se pueden leer expresiones como “…la poesía no es rimar sandeces con palabras retumbantes. La poesía es conocimiento, precisión y claridad”.

 “La realidad es como un reloj. Lo que da la hora no son las manecillas que vemos, sino la máquina interior que no vemos y que es la que las hace moverse. El mecanismo interno de la realidad social, de eso es de lo que tratan mis novelas, joven”. Así le respondió Benito Pérez Galdós a Agustín Belinchón.

El libro está lleno de pasajes interesantes de las coincidencias, el disenso y las curiosidades de los escritores más afamados de la Literatura Universal. Narra, por ejemplo, cómo un cuñado del más grande de los poetas según Reig, Rubén Darío, subastaba lo único que le quedaba: el cerebro, conservado en una caja de fósforos. O como Cela intentaba absorber por el culo dos litros de agua, luego de unas cuantas copas.  O las cartas que le escribía Leopoldo Lugones a su amada, mojando la pluma en su propio semen.

Pese a lo expuesto anteriormente, ahora es que falta exquisitez:

 Bajo el título de “Especies protegidas, aves rapaces y pájaros solitarios” encontré esta joya: “Hay dos clases de aves de rapiña. Por un lado, las que pueden ser amaestradas y someten su voluntad, como el cernícalo, autóctono de la península ibérica. Por otro lado están aquellas a las que ni las privaciones, ni la abundancia, ni el rigor, ni los halagos logran domar…”

“Con el saludo a la romana, brazo en alto, se impuso también el noble pasatiempo de la cetrería…”
“Lo más importante es hacer descender a la presa de las alturas inalcanzables en las que sobrevuela. Para la caza del milano, por ejemplo, se solía utilizar un búho. Le pegaban una cola de zorro para hacerlo más atractivo, y lo dejaban moverse por un prado. El milano lo divisaba y descendía por curiosidad (descuido o confianza digo yo). Entonces se suelta la rapaz adiestrada,  que asciende por encima del milano y se deja caer sobre él en picado. Si consigue la presa se la lleva con docilidad al halconero.”

“Los cernícalos adiestrados hicieron presa en lo que les señalaban sus halconeros: el milano”.

Al fin y al cabo, aves de rapiña.