miércoles, 6 de diciembre de 2017

Meli

La literatura oral dominicana es rica, hermosa y abundante y tiene grandes exponentes en cada género. La décima, el cuento, los refranes, la "plena", las adivinanzas son géneros cultivados con maestría en Hato Viejo. Sobresalen entre ellos Melí en el cuento y Mimí en la décima, este último aparece en una antología dominicana, el primero era un artista de bajo perfil que empleaba su arsenal en encuentros familiares.
Melí, era un hombre sabio y fue mi primer contacto con la literatura. Escuché de él más de 20 cuentos, en los que los personajes eran animales y Buquí y Malise.
Él tenia una sabiduría empírica que le venía del desconocido e improbable mas allá. Curaba el mal de ojos, ensalmaba los gusanos, preparaba a los niños para que la bruja no se lo coma, echaba a los demonios, en fin, curaba todo, hasta la ignorancia.
Con frecuencia iba a su casa porque entre él y yo había una comunicación especial, de los tíos de mi padre era mi favorito. Cuando ya era un adolescente él prometió enseñarme cómo conquistar a una mujer, se que después de esta publicación algunas lo odiarán y una que otra le agradecerá el consejo, solo les pido que ni una ni la otra me delaten.
A partir de ese momento cada vez que lo veía le preguntaba que cuándo sería a lo que respondía que cuando sea grande, cosa que nunca sucedió porque sigo siendo chiquito.
Un día pensó que ya era tiempo, subió a mi casa y me dijo que baje el domingo para enseñarme una cosita. Les confieso que esa ha sido la espera mas larga de mi vida, contaba cada día que pasaba, a partir del miércoles dije ya mañana es jueves, hoy es viernes, llegó el sábado, por fin hoy es el día, terminé diciendo.

Mi padre salió temprano y en mi casa los permisos para salir a una actividad que no sea propia de la familia los daba él. Como era un secreto de Melí y yo no podía decirle a mi padre que iba a visitarlo, por lo que planee decirle que iba para donde mis abuelos y, como eran vecinos, irme luego para donde mi querido tío. Era cuestión de tiempo porque mi padre no me negaría el permiso para ir a sacar miel con mi abuelo. Llegó como a las tres de la tarde y a esa hora me fui, mis abuelos y yo vivíamos como a dos kilómetros de distancia, llegué como en diez minutos a la casa de ellos, jugué un poco de mate con mi primo Constantino, perdí, por habilidad de él o por descuido mio. En unos minutos comí tamarindos en el patio, me ofrecieron comida y miel pero dije que no porque estaba desesperado por ver a mi maestro. Me fui para donde Melí como a las cuatro de la tarde. Él estaba sentado debajo de la mata de almendra que da las semillas moradas, esa mata era como una bendición para mí, por la sombra y por el alimento que me proporcionaba. Cosía una estera de guano, estaba alegre y cantando como siempre, tarareaba uno de los cantos de Liborio, de repente se calló y como que cambió de aspecto, supongo que simulaba estar "montado" para que yo creyera que lo que me diría no era él, sino los "Seres". En segundos arrancó, cuando estés junto a ella mírala de frente, decía, pícale un ojo. Le interrumpí, ¿cómo así? le pregunté. Pasé más de cinco minutos ensayando para poder picar un ojo, todavía a veces lo cierro en vez de guiñarlo. Si se ríe le gustas, me dijo. Si no se ríe hazlo hasta que le guste, continuó diciendo. Pero lo que más me encantó de él fue su consejo de estrategia: no la persigas, si tiene algún interés en ti ella hasta tropieza contigo, sentenció mi tío sabio. Me reí de buenas ganas y me río y lo recuerdo cada vez que una se disculpa conmigo.

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