domingo, 21 de octubre de 2018

Profesión y ocupación

Sé que esta publicación generara ciertos disgustos pero quiero escribir estas líneas para que los jóvenes que ejercen un oficio de manera empírica se animen a certificarse. La definición de profesión que más me gusta es la que la concibe como "actividad habitual de una persona, generalmente para la que se ha preparado, que, al ejercerla, tiene derecho a recibir una remuneración o salario".
En los años de mi juventud quien extraía los molares y dientes en la familia era un "dentista", un señor que -luego resulto ser un regalo de Dios para mí- iba a Hato Viejo con un baúl de hierro pequeño amarrado en la parrilla de su motocicleta con sus equipos odontológicos: alicate, tijera, pinzas, agujas, guantes de tela y sus grades manos.
En mi caso me inicié como trabajador de la salud en el año 1989 en un proyecto Materno Infantil de Cáritas, siendo estudiante de educación, y a la fecha sigo siendo un trabajador de la salud sin ser médico. No es el objetivo de este escrito, ni es prudente en mi forma de ser justificar aquí si tengo calidad o no para estar en el sector salud siendo maestro de profesión. Nunca acepto cuando me dicen Dr. Juan Secundino Feliz Liranzo, no lo soy y no tengo tiempo para serlo y ya no lo necesito. Hay oficios con especialidades distintas en las que los distintos talentos pueden dedicarse, según su medio y posibilidades. El sector comunicación, por ejemplo, se ha diversificado bastante, si se es periodista puedes escribir, reportar, producir y conducir un espacio en radio o televisión. Hay, también cursos técnicos de locución de instituciones certificadas que habilitan a quienes de alguna manera se enrolan en la comunicación por radio. Asistí a la inauguración de una escuela en Guanito en días pasados y me sorprendí con la gran cantidad de comunicadores que tiene la provincia, la mayoría de Comendador. Ahí había gente con mucha calidad y formación y los había con lo único que tienen: el buen deseo de informar a la población de lo que acontece en su alrededor, muchos de esos comunicadores son personas jóvenes que tienen el chance para certificarse y dejar de ser obreros de la comunicación. Creo en la formación que da el oficio pero el que no está certificado no tendrá espacio más allá de una coyuntura local o política y todo el que hace un trabajo tiene derecho a recibir una remuneración o salario y una jubilación digna.

Código de vida


Ayer tardé diez horas para llegar a mi casa por las particularidades del transporte en el país, pero como me he acostumbrado a ver el aspecto positivo de la suma de los días como llama Isabel Allende uno de sus últimos títulos publicados fue una gran experiencia.
A bordo conmigo viajaba un joven de esos que viven con una condición especial y de inmediato hicimos empatía. Me contó que en ocasiones su vivienda ha sido el lugar donde le coge la noche, hoy día tiene un techo junto a otros familiares a los que le busca el sustento con su “empleo”.
Mito se levanta todos los días a las seis de la mañana y sale a “trabajar” con las herramientas que posee: los pies, las manos, la vista, la boca, la fe en Dios, porque es un fiel creyente de que todo lo bueno que le pasa es voluntad del Señor y los códigos de la vida que recibe y aprende. El dice que su madre no sabe cuál es su empleo, pero le alegra la vida el día que le va bien. Una jornada laboral suya le puede aportar desde 300 pesos hasta 3000 mil pesos; cuando el día esta lento apela a esos códigos de la vida que ha aprendido en su trabajo, valiéndose de su condición especial, los más crueles lo insultan o se burlan de él y los más generosos le dan hasta mil pesos.Su gran esperanza es conseguir una pareja para que le dé “un cachorrito” pero en esas condiciones Mito no lo tendrá porque no quiere que un hijo suyo corra la misma suerte que él. 
Un día vivió el riesgo que todos tenemos al caminar por las calles de las ciudades grandes: había conseguido trescientos pesos y fue atracado por los ladrones porque estos no quieren “trabajar como yo, porque Dios me da la oportunidad de conseguir lo mío sin hacerle daño a nadie”, me sé como tres códigos y cuando los utilizo me va mejor.
El privilegio de tener un empleo que le garantice estabilidad y satisfacción de necesidades básicas es una oportunidad que cada trabajador debe cuidar y sobre todo en sociedades con tantas personas desprotegidas y con escaso acceso a servicios básicos como la familia de Mito. 
A cada uno la vida le da códigos para su mejor uso, no importa su condición o situación, siempre habrá un código para vivir.