Uno de mis cercanos fue sorprendido en la
escuela con un "chivo" por el profesor que lo examinaba. Al día
siguiente el colega me mandó a buscar y me preguntó: "¿qué hago?" Mi respuesta
tenía que ser esta: bueno, si yo sorprendo a un cercano suyo con un"chivo"
tendrá que esperar el próximo examen para aprobar esa asignatura, porque quién
ha dicho que los cercanos de los profesores no pueden reprobar una asignatura y el frude no debería discriminar infractores.
Si esa es una regla no escrita es la peor de la corrupción y de los tráficos de
influencia porque la materia prima traficada es el conocimiento. Imagínese que
ese estudiante que no tiene el perfil mínimo requerido se acostumbre a que lo
"ayuden" y elija por profesión medicina, arquitectura, ingeniería
civil, que son profesiones en las que los errores pueden costar vidas y que por
el azar de la vida el "generoso" profesor llegue a la
emergencia de un hospital con una apendicitis, cuya única alternativa sea
la cirugía practicada por su ex alumno. Supongo que, si el dolor se lo permite,
recodará el desempeño de ese profesional cuando era su alumno y la cuestionante
obligada de la conciencia debe ser: ¿Y será igual como médico?
Naturalmente no es ocasión para pensar. Yo solo diría: díganle a mi familia que
los quiero mucho y cuchilla.
Pero el tráfico de
influencia y la falta de respeto a los derechos ajenos parece que es una
práctica que todos aceptan porque las personas hacen galas de sus enllaves
institucionales y hasta llaman tonto al que piensa diferente. Cada
mes cobro fuera de fecha por no soportar ni buscar las influencias de otros en los bancos.
Solo quiero que se respete mi turno en el "orden" establecido y
si alguien se beneficia de él que sea porque yo se lo haya cedido.
Es irritante pasarse dos horas en una fila esperando tu turno y ver que llega
un pegado y de pronto está frente a un cajero.
Cuando de
justicia se trata soy más drástico en mis posiciones. No medio con autoridades
judiciales por dos razones simples: si la persona es inocente lo van a liberar
porque el único que no miente es el que dice la verdad; y si es culpable yo no
lo voy a defender, así sea mi madre o una de mis hijas.
Es
difícil ser como soy, pocos lo aceptan y entienden. Esa es la realidad de la
República Dominicana y será así por mucho tiempo. Pero como yo no la podré
cambiar a ella, tampoco le permitiré que ella me cambie a mí.
Estoy convencido de
que necesitamos más instituciones y menos pegados, o lo que es lo mismo:
instituciones en las que todo el mundo esté "pegao".
¡Ustedes se imaginan
una RD en la que un ministro acude a una consulta médica al mismo centro de
salud que acuden los ciudadanos comunes de su sector y éste se siente a esperar
su turno según el número de orden! Por favor, no crean que intento parecerme a
Alonso Quijano, solo aspiro, y eso, sencillamente, no cuesta.
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