miércoles, 3 de julio de 2013

Así lo veo yo.

      Uno de mis cercanos fue sorprendido en la escuela con un "chivo" por el profesor  que lo examinaba. Al día siguiente el colega me mandó a buscar y me preguntó: "¿qué hago?" Mi respuesta tenía que ser esta: bueno, si yo sorprendo a un cercano suyo con un"chivo" tendrá que esperar el próximo examen para aprobar esa asignatura, porque quién ha dicho que los cercanos de los profesores no pueden reprobar una asignatura y el frude no debería discriminar infractores. Si esa es una regla no escrita es la peor de la corrupción y de los tráficos de influencia porque la materia prima traficada es el conocimiento. Imagínese que ese estudiante que no tiene el perfil mínimo requerido se acostumbre a que lo "ayuden" y elija por profesión medicina, arquitectura, ingeniería civil, que son profesiones en las que los errores pueden costar vidas y que por el azar de la vida el "generoso" profesor llegue a la  emergencia de un hospital con una apendicitis, cuya única alternativa sea la cirugía practicada por su ex alumno. Supongo que, si el dolor se lo permite, recodará el desempeño de ese profesional cuando era su alumno y la cuestionante  obligada de la conciencia debe ser: ¿Y será igual como médico? Naturalmente no es ocasión para pensar. Yo solo diría: díganle a mi familia que los quiero mucho y cuchilla.
      Pero el tráfico de influencia y la falta de respeto a los derechos ajenos parece que es una práctica que todos aceptan porque las personas hacen galas de sus enllaves institucionales  y hasta  llaman tonto al que piensa diferente. Cada mes cobro fuera de fecha por no soportar ni buscar las influencias de otros en los bancos. Solo  quiero que se respete mi turno en el "orden" establecido y si alguien se beneficia de él  que sea  porque yo se lo haya cedido. Es irritante pasarse dos horas en una fila esperando tu turno y ver que llega un pegado y de pronto está frente a un cajero.
       Cuando de justicia se trata soy más drástico en mis posiciones. No medio con autoridades judiciales por dos razones simples: si la persona es inocente lo van a liberar porque el único que no miente es el que dice la verdad; y si es culpable yo no lo voy a defender, así sea mi madre o una de mis hijas.
         Es difícil ser como soy, pocos lo aceptan y entienden. Esa es la realidad de la República Dominicana y será así por mucho tiempo. Pero como yo no la podré cambiar a ella, tampoco le permitiré que ella me cambie a mí. 
      Estoy convencido de que necesitamos más instituciones y menos pegados, o lo que es lo mismo: instituciones en  las que todo el mundo esté "pegao".
     ¡Ustedes se imaginan una RD en la que un ministro acude a una consulta médica al mismo centro de salud que acuden los ciudadanos comunes de su sector y éste se siente a esperar su turno según el número de orden! Por favor, no crean que intento parecerme a Alonso Quijano, solo aspiro, y eso, sencillamente, no cuesta.

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