Cuando
la joven escritora Hilma Contreras le envió el borrador de
un cuento suyo a Bosch para que éste le diera su opinión, él
le respondió más o menos, en éstos términos: " no sé quién
eres pero te recomiendo que escribas de cualquier cosa, menos sobre el amor
porque cada persona lo entiende y vive a su manera. En tu alrededor hay
muchos temas, escucha a los ancianos y a las personas humildes de tu
comunidad".
Tenía mucha razón Bosch. Los ancianos y los más humildes
tienen una acumulación de experiencias capaces de regalarle
un nóbel a un artista de la imaginación y de las palabras. Aunque
es difícil hablar de las mujeres sin que el
amor contamine el escrito porque parece que mujer y amor es lo
mismo, aquí va mi intento.
En mi infancia la única mujer que veía a cada hora era a mi madre. No tuve
hermanas. En esa
época vivíamos en la ruta de la noria. Regularmente
tenía la oportunidad de convivir con niñas que, al igual que yo, acudían a
buscar el agua para los quehaceres domésticos y para el consumo familiar. Gracias
a esas compañeras de labores comencé a conocer el pensamiento y la
naturaleza femenina. Iban de
todas las edades, siempre por la mañana. Las más
adultas acudían por la tarde a darse un baño después de las labores
domésticas y productivas. Incluso algunas
se hacían acompañar de sus esposos, ocasionándoles algunas
dificultades a las que iban sin estos porque para bañarse había un único
espacio. A veces tenían que esperar a cierta distancia
hasta que la pareja termine de bañarse. Más
tarde mi roce social con las mujeres aumento por mis estudios en el Nivel
Básico. Acudía a
la escuela de la comunidad. Respetaba
a mis compañeras como si estas fueran las hermanas que no tuve. Iba a
primera hora de la mañana porque, a veces, tenía que buscar el agua
de cocinar los alimentos o para mi maestra. Básicamente le
busca agua y leña porque era parte de la responsabilidad mía en la
familia. Ellas
limpiaban la escuela. Los
niños más grandes que yo tenían la responsabilidad productiva en la escuela y en la
familia. Años más
tarde esas experiencias me servirían para mi vida de emigrante del campo
a la ciudad, un fenómeno de movilidad social ascendente en esa época en
la República Dominicana, propio de las limitaciones de los
servicios básicos en la zona rural. Dios me
proporcionó como hogar una vivienda habitada por dos adultos mayores en la
periferia urbana, con las mismas características de mi realidad familiar. Inicié
la intermedia en compañía de quienes ni siquiera conocía. No tardé
mucho en quererlos como al que más de mi familia. Imaginé
que con ellos viviría los últimos seis años de estudio
para graduarme de bachiller. Después
de dos años, mis padres adquirieron una casita para que curse los
cuatro grados restantes. Inseguridad, preocupación,
dudas, eran mis compañías los primeros días de mi vida sin la
presencia de una mujer en mi casa. A veces cocinaba, otras no, porque
recibía la solidaridad de mis mejores vecinas.Y no faltaron los días que me iba en blanco. Todo tiene sentido y nos deja una experiencia que contar.A veces solo falta un gesto, una disposición, un apoyo para dar el empuje que necesitas en la vida.No dejes de rodearte de gente maravillosa, que están ahí a tu alrededor listos para ejercer el rol que les toque.
Cinco mujeres no son todas de las cuales hay algo en
mí, pero estas son la selección de la memoria para decir que todos somos creados,
inundados, amados, protegidos, cuidados, salvados, convertidos en mejores
personas, por la existencia e influencia de ese ser maravilloso. Madre, amigas,
hijas, esposa, ¿hermanas? Mujeres, inevitables, necesarias, indispensables,
purificadoras del alma, garantía y continuidad de la vida. Mujeres.
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