Desde muy temprano la naturaleza
marco mi relación con los animales. El día de la masacre de Palma Sola mi madre
estaba ahí junto a otros miembros de la familia. Luego de sobrevivir a cinco
días sin comer -solo hacían agua de azúcar-, al asesinato de todos los hombres
que se refugiaron en el bohío de tejas, Energilia, acompañada de dos hijos, dos
sobrinas y una hermana enferma, decidió regresar a su comunidad natal, Hato
Viejo; y con ella la criatura de tres meses que cargaba en su vientre.
Los caballos, yeguas, mulos y
burros de la familia habían caído en manos de los militares después de apresar,
herir o asesinar a los hombres que los utilizaron como medio de transporte
desde sus respectivas comunidades hasta el campo de batalla para defender con
la vida, si era necesario, la causa. Sí, porque eran soldados de la cofradía de
Liborio Mateo y mi padre ya había alcanzado el rango de cabo.
Energilia intento recuperar la
yegua briosa de uno de mis parientes presentes, gravemente herido en un brazo,
pero fue en vano el esfuerzo porque un militar se monto en el animal y con un
solo baquetazo lo echo a correr. Sin alternativa para el transporte inicio el
regreso a su comunidad a pie, acompañada de cuatro niños, una hermana enferma y
una criatura en el vientre que sobrevivió para contar esta historia. En ruta
que supera los 50 kilómetros fue alcanzada por Victorina, paz, que también
regresaba a Hato Viejo. Esta, dotada de esa indulgencia y benevolencia que
siempre caracteriza a los humildes campesinos se desmonto del burro que la
transportaba y se lo dio a la joven embarazada quien, a su vez, cedió el asno a
su hermana que no podía caminar con un pie lesionado. Desde ese momento el
burro decidió ser el animal que me apoyara a lo largo de mi desarrollo personal
y, junto a mis pies, se convirtió en mi único medio de transporte hasta que
Napoleón Castillo me llevo al Play en Comendador y me entrego un Jeep amarillo
de la parroquia Santa Teresa. No sabia que el burro era un animal tan
inteligente, casi me hizo chofer, Napo solo tuvo que decirme una vez cómo poner
los cambios y a partir de ahí el resto es historia, y él está ahí para
confirmarlo.
Y es que los animales han jugado
un papel importante en la vida de grandes personajes de la historia y de la
cultura universal. Balaguer y yo tenemos en común el amor por los perros. Él
cuenta cómo Yoqui lloro en la cama la muerte de su madre. Es famoso el león de
Napoleón, el caballo de Alejandro y el de Alonso Quijano o el burro de Sancho
Pansa. Para mi fue especial cómo un cocuyo me guió desde Junquito hasta Hato
Viejo luego de una novena en el velatorio de mi madrina Simona. Era una de esas
noches en las que uno no se ve ni las palmas de las manos y el insecto voló a
mi lado hasta que brinque la puerta del conuco de mi casa. Sin embargo, Buen
Amigo y Fresca han sido dos animales especiales en mi vida. Si Dios hubiese
dotado a un puñado de hombres y mujeres con la inteligencia y la bondad de
ellos hoy día los indicadores negativos de nuestra sociedad estuviesen
reducidos a su mínima expresión. Recuerdo
que cace un “guineo” alzado con un tirapiedras y Fresca lo inmovilizo hasta que
yo llegue. Mi padre cazaba guineas y ella las reunía en un lugar y ladraba para
que fuese a buscarlas y si era de difícil acceso ella las traía hasta donde
estábamos mi padre y yo. Buen Amigo hacía de guardián de los bienes de la
familia, mi madre apeaba la paila del fogón que estaba en una cocina como a 30
metros de la vivienda y él se ponía en la puerta para que las gallinas no entren
a comerse el almuerzo de la familia, no importaba si era carne lo que se había
cocinado ese día. Varias noches se quedo en Los Cerros cuidando los bueyes.
He leído que las palomas son un
indicador de cómo anda la economía y la paz familiar. Creo lo mismo del perro,
su salud y brillo son un reflejo del cuidado familiar y si hay para el perro
hay para la gente. Dicen que cuando hay prosperidad las palomas se multiplican
a gran velocidad pero que ante la calamidad se produce el fenómeno opuesto:
enferman, mueren o emigran. Conozco un caso en el que había palomas y abejas en
abundancia y al día siguiente del fallecimiento de la persona que las criaba
ambas emigraron hasta el día de hoy, no esperaron ver su entierro. Algunas
esperaron unos días y era visible su tristeza.
No puedo terminar estas líneas
sin contarles que tengo una relación especial con la esperanza y las mariposas,
con frecuencia visitan mi casa, posan sobre mí; ambas en situaciones
diferentes: la esperanza es un preludio de buenos tiempos y las mariposas solo
acuden en mi ausencia. Pero esta historia es una herencia de Adilni.
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