lunes, 4 de julio de 2011

La cuarta palabra: Diferente

     En estos días se hizo una encuesta entre millones de hispanos hablantes para decidir cuál es la palabra más bella del idioma de Cervantes  y de  500 millones más en todo el mundo. Sorpresa: resultó ser un topónimo: Querétaro. Así se llama una ciudad en el centro de México con unos 600 mil habitantes. La segunda palabra más atractiva es ilusión y se define como la expresión o la imagen de un objeto que aparece en la conciencia humana cuyas características no coinciden, necesariamente, con la realidad. La tercera palabra elegida por los votantes es gracias. Esta palabra es una de las más ricas del vocabulario castellano y una aproximación a su definición es la que la concibe como cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a alguien o a algo. Y aquí va la cuarta palabra: Diferente. El diccionario de la lengua española  la define como distinto, otra forma de ser y de hacer las cosas. Ninguna otra palabra se aplica mejor al contexto que vive hoy la República Dominicana en donde la palabra que más encarna el ideal de progreso de los ciudadanos no es cambio, sino  diferente.
       Ahora, no es lo mismo diferente  si fuera yo  a  si yo fuera diferente. La primera formulación se explica ampliando la segunda hipótesis. Aquí voy.  Las familias dominicanas no estarían tan fragmentadas si cada uno de los individuos que las integran fuera diferente: los padres desempeñando su rol de ejemplo, guía y base del sustento y el desarrollo de los hijos y estos siendo ejemplares con sus hermanos y sus padres. Eso sería suficiente para el éxito de cada familia dominicana. En la escuela no habría fracaso escolar si las relaciones de los estudiantes con sus compañeros, los  profesores y los demás actores de la educación fueran una réplica de las que se dan en la familia ideal. Con eso bastaría para la reducción del analfabetismo, la deserción y la repitencia o fracaso escolar, así como para mejorar la calidad de la educación dominicana, tan cuestionada frente a otros países con mejores estándares de calidad en la educación pero con un nivel de desarrollo similar al nuestro. Pero cada comunidad estaría  integrada por individuos y familias íntegras, con un nivel de desarrollo óptimo, que reduciría la conflictividad actual por la existencia en el entorno de cada comunidad de condiciones predisponentes para el crimen y la delincuencia.
        Diferente sería si cada ciudadano en su lugar de trabajo desempeñara con eficiencia, dedicación y respeto la función para la cual fue contratado, sin obtener ningún otro ingreso que no sea el salario convenido y pactado entre las partes y las prestaciones laborales que establece el Código de Trabajo dominicano, así sea empleado público o privado.
        Diferente sería si los partidos políticos y la aspiración de ascenso al poder de sus militantes no estuviera acompañada de un deseo de enriquecimiento fácil con los recursos del Estado y, por el contrario, fuera para servirles a los ciudadanos desde una función pública para la que el empleado  reúne los requerimientos mínimos.
        Diferente sería si los comunicadores utilizaran los medios para promover lo más puro de nuestra sociedad y les sirvieran a la población  informaciones de calidad y sin manipulación por el beneficio de la paga.
         Diferente sería si los empresarios no manipularan sus finanzas para esconder las ganancias y no pagar al Estado el monto real de los impuestos contemplados por ley. En fin, la expresión  es  si fuera diferente.

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